18 de abril de 2012

YPF, el principio del fin del populismo Kirchner


Mucho se ha escrito estos días sobre la salvaje expropiación de YPF por parte del gobierno argentino de Cristina Fernández. Sin embargo, he leído pocos análisis sobre las verdaderas causas políticas de este asunto. En mi opinión, la raíz de esta expropiación está en la esencia misma del populismo argentino (y por extensión del latinoamericano).

El populismo en América Latina tiene su origen en dos factores: por una parte, la desigualdad social entre una clase minoritaria rica y una mayoría que subsiste con un nivel de vida bajo; por otra, una estructura económica deficiente (en el caso argentino colapsada en 2001 con la suspensión de pagos más fuerte de su historia) y no integrada adecuadamente en el sistema económico mundial (Argentina no puede financiarse en el exterior).

Las transformaciones (rigor en el gasto, devaluaciones, atracción de inversión externa, política fiscal, recortes, etc.) y los cambios de comportamiento necesarios (lucha contra la corrupción, transparencia, etc.) son tan profundos  que nadie quiere asumirlos en ese país, por ser dolorosos y por el temor a perder el status quo conseguido por una minoría. Así, llegó al poder el populismo de Kirchner, la esperanza de una fuerza política para salir de la bancarrota.

El discurso del líder populista solo tiene un guión, orientado a convencer al pueblo de que se va a mejorar la situación: se apela a la lucha contra la injusticia, el sentimiento nacional (hacemos otra vez chocolate argentino, el petróleo debe estar en manos argentinas, etc.), discursos amenazantes y/o emotivos en torno al líder (Lo único que lamento es que él [Néstor Kirchner] no pueda... porque él siempre soñó con recuperar YPF para el país”), desplantes internacionales (¡Te olvidaste de Malvinas! …con salida airada incluida durante la última Cumbre de las Américas).

La acción política populista siempre tiende a controlar los medios, el poder legislativo y el judicial (no hay tribunal en Argentina que pueda brindarle a YPF un mínimo de garantías jurídicas). Además, se ataca al capitalismo liberal (“No es de gente inteligente pretender que desde el precio se llega a la rentabilidad”), mientras se permite el enriquecimiento especulativo de familias y empresas próximas al poder, necesarias por otra parte para poder sustentar al gobierno populista. Eso si no se es además parte interesada de las decisiones (los Kirchner han multiplicado por diez su patrimonio desde 2003).

El final ya está anunciado, el populismo siempre acaba igual, tras la intervención estatal (como opción desesperada para mantener el gasto público), se estrangula y ahuyenta la inversión, se paraliza la innovación y la competitividad dando paso a una crisis económica profunda. No se reduce la brecha social ni la pobreza, pero no se quiere mirar a otros modelos “capitalistas liberales” porque eso sería tanto como asumir que el sistema populista debe desaparecer. En Argentina, con YPF, ha empezado la cuenta atrás del populismo.



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